Enseñemos a nuestros hijos a ser felices en lugar de perfectos

Los primeros años de vida son esenciales para todas las personas: la exigencia de seguridad, la dependencia de los padres y el anhelo de amor y realización conformarán en gran medida su futuro como adultos.

Por desgracia, muchas sociedades pasan por alto las necesidades básicas de los niños y el sentido de la vida para conducirles hacia una carrera para la que no están preparados, inculcarles competitividad, autonomía y actitudes que sugieren destacar sobre los demás.

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La edad perfecta para enseñarles lo que más necesitan

Los niños asimilan como esponjas lo que les dan sus principales fuentes de orientación.

No está mal esperar que un niño pequeño vaya al baño, que un niño de primaria lea o que un niño mayor gane premios, pero no se les debe empujar a hacer cosas que no les producen alegría; no se les debe comparar con los demás; y no se les debe dar una idea predeterminada de cómo debe transcurrir su vida para que destaquen entre sus compañeros.

Todos tenemos algo en lo que podemos destacar, y esto no debe ser motivo de presión para que los niños triunfen en los deportes o renuncien a su tiempo libre sólo porque es lo que quieren sus padres.

Es importante enseñar a los niños a tomar decisiones por sí mismos, incluso desde una edad temprana.

Aunque la orientación y los consejos de los padres son útiles, obligarles a realizar actividades que no se ajustan a sus capacidades les impedirá desarrollar sus talentos.

Lo mejor que podemos dar a nuestros hijos es demostrarles amor, valorar su tiempo, reconocer sus gustos y aversiones, proporcionarles tiempo de ocio, mostrar interés por lo que hacen aunque pueda parecer insignificante.

Esto fomentará la seguridad en sí mismos, la autoestima y el sentido de pertenencia.

La motivación: Algo muy importante en una edad temprana

Debemos motivarles para que se esfuercen por mejorar por sí mismos, en lugar de compararse con otros, como sus hermanos o compañeros.

Cada individuo es especial y merece estar contento, rodeado de personas que le valoren por su singularidad y que le aconsejen sin coaccionarle.

Cuando estos fundamentos se apliquen correctamente, será poco probable que el niño no pueda alcanzar su idea de la alegría.

No tendrán éxito necesariamente por su ambición, sino porque comprenderán lo que les produce alegría.

Puede que no sean perfectos, pero tendrán una comprensión precisa del propósito de la vida, que es simplemente ¡estar alegres!