Si viaja uno por los muchos pueblos de la Argentina encuentra en distintos lugares nombres que tienen historias a cuál más interesante, como esta que vengo a contarles sobre el nombre Chapino.
El chapino fue una de las postas del camino real que partía de la zona de Ancalú[1] , (actual San Gregorio), pasaba por Teodolina, segunda posta del trayecto, luego por Chapino y finalmente concluía en Melincué.
Contaban los lugareños y quizás lo siguen contando, que en otros tiempos señoreaba la zona un bravo padrillo bayo en posesión de una manada de yeguas. Cada año llegada la época de sequía bajaban lógicamente las aguas de la laguna y era entonces cuando otros padrillos con sus respectivas manadas se llegaban hasta allí. El bravo bayo debía entonces defender su territorio, cosa que conseguía sin dificultad, además de quedarse con alguna yegua como botín de triunfo.
Pero claro, llego el tiempo en que envejeció y ya no pudo ni ganar ni conservar sus yeguas. Su bravura se fue apagando y se le veía andar tranquilo, ya sin tanta arrogancia, en las inmediaciones de la laguna. El tiempo, cruel tirano de lozanías, pareció ensañarse con él deformándole los vasos que se le agrandaron enormemente poniéndoseles «chapinos[2]«, lo que le dificultaba enormemente caminar, ya que correr hacia mucho tiempo que no podía. Un día los paisanos que recorrían el campo, lo encontraron muerto, tirado al borde de la laguna y llevaron la noticia a la posta; de ahí en más y como recuerdo, se llamó al lugar El Chapino.
Cuentan los que lo han visto o aquellos a quienes se lo han contado que por muchos años, en el crucero del pozo de la posta se veían atados en forma de cruz dos grandes vasos de caballo.
[1] de Ancalú (voz araucana que significa: «anka» mitad del cuerpo y «loo» médano)
[2] Zambo. Animal cuyas pezuñas han crecido demasiado lo que impide un normal andar.
Adaptación y Recopilación: Ana Cuevas Unamuno
Imagen tomada de Capas y Caballos