Leyenda del Girasol

Leyenda de Entre ríos

A orillas del río Paraná vivía una tribu cuyo cacique era Pirayú, algo más alejada habitaba otra tribu amiga cuyo cacique era Mandió. Estos caciques eran grandes amigos y por lo mismo las tribus intercambiaban alimentos, artesanías e incluso compartían expediciones de caza.

leyenda del girasol

Cuenta la leyenda que todo hubiese seguido bien; y nosotros quizás nunca hubiésemos conocido a estas tribus; de no ser por el deseo de Mandió de unir a las tribus tomando como esposa a la bella hija de su amigo Pirayú.  Con pena Pirayú le confesó que le resultaba imposible satisfacer ese deseo puesto que Carandaí, la jovencita, desde muy pequeña había ofrecido su vida al dios Sol y por lo tanto no se casaría con ningún hombre. Mandió insistió una y otra vez sin querer entender razones por mucho que su amigo intentó explicarle. Furioso y jurando venganza regresó a sus tierras.

Pasó el tiempo y Pirayú confió en que pronto se le pasaría el enojo a su amigo, ¡se equivocó! Una tarde en que Carandaí, como casi cada día, estaba  sentada en su bote en medio del río mirando al sol ponerse, un extraño crepitar la hizo desviar la vista. Con horror vio resplandores de fuego que surgían de la aldea. Remó con todas sus fuerzas temiendo lo peor, más cuando llego a la orilla y quiso desembarcar se vio atrapada en unos gruesos madreros. Delante de ella Mandió, burlón y altanero, le dijo que pidiese a su dios tan amado que la salvara si no quería que él se la llevara. Carandaí alzó la mirada empapada en lágrimas, suplicando a Cuarahjí, su amado dios sol que salvara a su pueblo.

Para espanto de Mandió y sus guerreros del sol mismo surgió un feroz remolino de rayos que envolvieron a Carandaí haciéndola desaparecer de la vista para siempre, mientras una terrible lluvia arrasaba con el fuego de la aldea. Cuando pudo abrir los ojos Mandió encontró que entre los maderos con que había aprisionado a la joven se alzaba una flor hasta entonces desconocida, alta, esbelta y del color de la luz, que al igual que la jovencita elevaba su corola al cielo siguiendo el rumbo de Cuarajhí, el sol.

Y así nació la flor que llamamos Girasol, que  hasta hoy cada día eleva su corola siguiendo el camino del sol.

Adaptación: Ana Cuevas Unamuno

error: Contenido protegido por derechos de autor