La leyenda del «Tigre del Quequén»

La leyenda del «Tigre del Quequén»

La leyenda del «Tigre del Quequén», una historia basada en la vida de Felipe Pascual Pacheco. Se trata de un legendario gaucho matrero, que llevaba una vida errante y facón en la cintura.

A fines del siglo XIX, su refugio era una caverna a orillas del río Quequén Salado. En la actualidad es un lugar de atracción turística, conocida como la «cueva del tigre» de partido bonaerense de Coronel Dorrego.

Un lugar ubicado a 11 kilómetros del pueblo de Oriente, una localidad de la costa bonaerense de 2.500 habitantes. Está situado a 3 kilómetros del río Quequén Salado, a 60 km. aproximadamente de Tres Arroyos.

En el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, Felipe Pacheco es toda una leyenda. Aunque algunos historiadores aseguran que era un gaucho pendenciero y hasta otros lo describen como un «fugitivo por  la injusticia», él solo desenvainaba su facón para defenderse de las provocaciones de otros gauchos que solo buscaban peleas y fama.

Por eso, mientras que para algunos historiadores era simplemente un bandido rural, para otros era una especie de «Robin Hood» pampeano.

Pero; ¿quién era el personaje de esta leyenda?

Este personaje rural había nacido en el año 1828, en el barrio porteño de Palermo. Cuando era muy pequeño fue abandonado por sus padres, por lo que su crianza quedo en manos de una mujer de nombre Gregoria Rosa.

Durante su juventud Felipe se vio envuelto en un incidente que lo llevó a herir de gravedad a un conocido matón a sueldo de aquella época. Una situación que lo obligó a huir tierra adentro para que no lo atrapen.

Gracias a aquel trágico hecho, se ganó la fama a punta de cuchillo. De hecho, lo conocían y era temido por los gauchos por ser imbatible con el facón y el rebenque.

Precisamente por ser un hombre astuto y de carácter como una fiera, se lo conocía como «el Tigre del Quequén» y especialmente su habilidad por evadir a la policía.

Sin embargo, antes de que su vida experimentara un cambió se dedicaba a sus labores en el campo.

Peón de campo

Aunque era un indomable gaucho, se dedicó a las faenas del campo como peón. Especialmente era un experto en domar los caballos, se lucia en este arte de hacer con gran habilidad.

Pero en 1866, fiel a su apelativo se trenzó en una riña muy violenta que terminó con la muerte de otro gaucho. Sin embargo, la situación se complico por que al parecer disfrutaba de una protección política.

En esta ocasión nuevamente Pacheco tuvo que huir hacia el interior de la provincia, abandonando tristemente a su familia y varios hijos.

Caverna a orillas del río Quequén Salado

Cansado de ser perseguido, buscó refugio en una enorme cueva a orillas del río Quequén Salado, en cercanías del pueblo de Oriente.

Según investigó Galván, su refugio se encontraba en tres cuevas:

  • «Una de ellas estaba ubicada en Oriente, sobre el Quequén Salado (Coronel Dorrego), otra en la costa de Necochea (actual balneario Los Ángeles) y la restante en la zona de pescado castigado (Necochea)».

No obstante esto, fue capturado por un piquete de soldados bajo el mando del comisario de Necochea, Luis Aldaz. Se hizo más famoso como «el gorra colorada», según el historiador Carlos Galván.

Galván reafirma en su libro sobre las labores de Pacheco, como peón, resero, domador y mano derecha del comandante y Juez de Paz de Loberia, Miguel Martinez de Hoz.

Además Martinez de Hoz fue dueño de la Estancia «El Moro», pero cuando estalló la guerra del paraguay, «el Tigre» comienza a ser perseguido por causa de su patrón por cuestiones políticas.

«Gorra Colorada»

Según el relato del libro, Pacheco se dirige hacia la zona de Tres Arroyos, donde luego se desempeña como asistente de los jueces de Paz. Antonia Arancibia y Bernardo Arriaga, quien finalmente le advierte que desde el juzgado de Dolores solicitan su captura inmediata.

Tarea para la cual es encomendado el famoso policía «gorra colorada», que lo termina atrapando cuando «el Tigre» salía de su cueva o refugio.

Tras señalar que «el Tigre» «fue un gaucho bravísimo», el historiador opinó que para él, Pacheco «fue un perseguido por la justicia, que cayó víctima de las circunstancias de su época».

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