La importancia del durazno en la historia argentina

En Buenos Aires a fines del siglo XVII, el durazno era una fruta sumamente valorada. De hecho, se convirtió en una cuestión de Estado.

Las autoridades resolvieron que había que imponer la producción de esta fruta en todo el mundo, la historia data del valorado durazno desde la época de los fenicios. Ellos fueron quienes esparcieron las ciruelas, peras y los duraznos por los puertos antiguos.

Para el 1700, en Buenos Aires los vecinos aceptaron la propuesta y en la costa desde las actuales localidades de San Isidro hasta San Fernando, como así también desde Avellaneda hasta Quilmes se poblaron de durazneros.

De esta manera, en tiempos de dominación hispánica, el durazno se impuso como la fruta oficial y hasta el jugo de durazno se convirtió en la bebida más solicitada en las pulperías.

Variantes del durazno

La producción del durazno era tan abundante que los durazneros se desbordaban, por lo que se los aprovechaba de diversas maneras.

Por ejemplo, para los niños se los disecaba para convertirlos en orejones, un dulce muy solicitado por los chicos. De hecho, un escritor describió lo que sucedía en aquella época con los duraznos:

  • En un barril se colocaba los duraznos, también se les agregaba el vinagre hirviendo y se le añadía un puñado de clavos de olor.
  • Otra receta con los duraznos como ingrediente principal eran preparados con relleno, una verdadera delicia en el paladar. Se los elaboraba paso a paso con todo lo necesario: se le retiraba la piel y se los ponía a hervir, recibía el hervor dos veces hasta lograr la textura deseada. Cuando completaba la cocción, se retiraba del fuego y dejaba enfriar. Luego, se tomaba cada durazno y se le quitaba la capa de arriba para reservarla. Se retiraba el carozo y en ese espacio se rellenaba con picadillos de carne cocida, huevos duros, pasas de uva, entre otros sabores.

¿Porqué el durazno tenía tanta importancia?

Simplemente porque era económico y un edulcorante altamente efectivo, además de aportar el equilibrio justo a los alimentos demasiados salados.

También era aprovechado para preparar un escabeche con la pulpa del durazno, su rico sabor acompañaba una jugosa porción de carne. Como bien sabemos la perfecta combinación del dulce y salado es milenario y no falla, conquista hasta el paladar más exigente.

De hecho, el comercio de frutas quedaba a cargo de los expertos en el oficio y los vendedores se encargaban de recorrer las calles antes del mediodía.

Es interesante notar como la madurez de la fruta tenía mucha importancia en la política de Estado, en el año 1776 cuando Buenos Aires estaba cerca de convertirse en la flamante capital del virreinato del Río de la Plata. Se intervino y se detuvo a Juan Pérez por vender los duraznos verdes, por esta acción se lo multo a pagar seis pesos, según consta en los registros oficiales.

Otro suceso que podemos resaltar en los últimos días del Virreinato, fue el 25 de enero de 1810, cuando el Cabildo porteño mandó una nota al comandante José Bolaños. En la misma ordena el envío de los duraznos para que pudieran verificar si su grado de madurez está apta para su traslado y su venta final.

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