Don Eleuterio Mendoza, viejo islero del Paraná Bravo, según él nacido en medio del monte mismo. Era un gran contador de sucedidos e historias acaecidas en otros tiempos por ese entrevero de islas.
A todos conocía y de todo se enteraba. Supo ser quintero, y criollo práctico en trabajo de islas. Cuando era contratado para “hacer el monte”[1], al final de la jornada, junto a los desbrozadores y peones, llegaba la hora de comer el asado y empinar las damajuanas de vino, intentando infructuosamente espantar a mosquitos jejenes y tábanos que martirizaban las pieles curtidas. Era en ese momento en que el sol se esconde, los sonidos crecen en el monte y el cielo se anochece, cuando todos le pedían a Don Eleuterio que mientras uno cebaba el mate y otros cuidaban los rescoldos, les contara alguna historia de las muchas que conocía.
Don Eleuterio se hacía de rogar, sólo para acrecentar la atención, y entonces ya salía alguno diciendo
—Si parece que ya se ha olvidao…
Y otro añadía:
—Ande, recuérdeme esa historia del Almada.
Satisfecho con la atención de todos, como quien de pronto recuerda, comenzaba Don Eleuterio:
—¡Qué me vi a olvidar! ¡Viejo diablo y embustero resultó el Almada! Se había hecho una canoa grande en la que vivía como gallineta olvidada. Ahí andaba con sus pilchas y sus perros, tapándose con unos trapos, Paraná pa ´arriba, Paraná pa´abajo, hasta al Bravo se le atrevía el hombre. Tanto andar pa´acá y pa´allá que muchos le llamaban “camalote”. Bien exagerado y mentiroso era el desgraciado, sabía contar que allá, por el Doradito, había caído una helada tan bárbara que escarchaba los troncos hasta de la cortadera, y pa´calentarse priendió un jueguito que aprovechó para asar un trozo de carne que llevaba. Agarró un palo del suelo pa´ asador, le atravesó la carne y lo clavó al lao del juego pa´sostenerla cerca e las brasas. Al menuto no va que ve que el palo dentraba a moverse. ¡Si parecía cosa e mandinga! Y áhi nomás se escabulló entre los yuyos dejándole la carne tirada en el suelo. ¡Había sido una víbora dura e frío que el fuego había desentumido!
Final inesperado que festejaban los hombres entre risas y burlas, expectantes de la siguiente historia.
[1] Hacer el monte: es una expresión propia de la zona del delta del Paraná que significa el trabajo de limpieza, volteado y troceado de las plantaciones, generalmente de álamos y sauces.
Recopilación y adaptación: Ana Cuevas Unamuno
Imagen: Blog Flasco