El Zonda Leyenda del Noroeste

Leyenda Huarpe

Súbitamente el aire se calienta, desaparecen las nubes, desciende la humedad tanto como el ánimo de la gente, que arrastrada por un sopor angustiante, se apresura a regresar a sus hogares. ¡Es el Zonda[1] que ya llega! El Huayra Puca, o «Viento de las brujas», el temible viento caliente que se cuela por entre las piedras de la pirca y las quinchas de los ranchos, reafirmando una vez más el castigo que la Pachamama[2] impuso a esta tierra por culpa de un indio soberbio.

Y así cuenta la leyenda…

Cuando el viento Zonda aún no existía, habitaban los Huarpes[3] en los valles calchaquíes[4]. Gozaban de abundante pesca, caza y frutos que la Pachamanca les concedía generosa. Era en ese tiempo Gilanco (al que algunos llaman Huanpi y otros Tokonar) cacique de la tribu.

Gilanco se sentía orgulloso de sí mismo al punto de resultar soberbio, cierto es que no había mejor cazador que él, ni guerrero más valiente y atrevido. Ninguno tan admirado por su valor y temido por su arrogancia.

Una y otra vez los ancianos consejeros de la tribu le recriminaban su hábito de matar indiscriminadamente vicuñas, guanacos, huillas, liebres, cóndores, suris y toda clase de aves, por el solo placer de confirmar una y otra vez su destreza con el arco y su infalible puntería. Ni siquiera respetaba a las madres con crías, ni a las crías que deambulaban perdidas. Gilanco reía de los consejos, confiado en que nunca faltaría la abundancia en su tierra.

Una tarde miraba satisfecho la enormidad de animales cazados, cuando sintió un temblor en la tierra que pareció gritarle: ¡Detén tu arco, y sofrena tu soberbia mal hijo de la tierra! Gilancó se giró buscando el origen de la voz, sabiendo en lo profundo de sí mismo que era Yastay[5] quién le advertía. ¡Cuidado Gilanco o mi furia caerá sobre ti y sobre los tuyos!

Gilanco asustado no atinó a moverse ni a responder y por un tiempo se cuidó de desobedecer, pero tan grande era su altanería que pronto olvidó la advertencia. Un día de cielo limpio se marchó en busca de diversión. Sus flechas impiadosas cercenaban la vida de todo tipo de animales. De pronto un ruido sordo a sus espaldas lo alertó, avanzó con sigilo, tensó el arco y sintió el chasquido cuando la flecha dio en el blanco.  Contentó consigo mismo entreabrió las malezas para ver a su presa, y allí, delante de sus ojos, un guanaco hembra agonizaba rodeada de sus pequeños tequecitos[6] . Ninguna compasión sintió Gilanco, sin siquiera meditar alzó el arco dispuesto a matar la primera cría cuando un viento ardiente lo envolvió. Imponente y furiosa la Pachamama, la Madre Tierra se erguía ante él.

—¡No he creado a los animales para que tú los mates sino como alimento para todos y gozo de la vida! ¡Ya no tendrás carne para comer ni leche para beber, ni pieles para cubrirte, ni plumas para adornarte! ¡Serás responsable del hambre y la miseria de tu tribu y de todos sus padecimientos!

Con un estallido de luz desapareció la Pachamama dejando a Gilanco pálido y tembloroso, paralizado de miedo y vergüenza no atinaba a moverse. Un silbido lastimero lo envolvió, mientras sus ojos veían agitarse con furia las ramas de los árboles, dejando caer hojas y frutos que se arremolinaban a sus pies. El aire se calentaba momento a momento quemándole la piel. El arrepentimiento le carcomía tanto como el temor… Las ráfagas cada vez más intensas lo arrojaron de bruces dejándolo inconsciente. Cuando despertó las lágrimas saltaron de sus ojos al ver que el viento había quemado los frutos y sembradíos.

Ese año la tribu no tuvo alimentos, ni lana para tejer, ni cueros para cubrirse, ni carne, ni leche… De Gilanco nunca más se supo. Para unos huyó a ocultar su vergüenza, para otros el viento se lo llevó con él y cada año el Zonda; pues así se ha llamado al viento tórrido y violento que recorre los valles; lo trae de regreso para que se lamente y pida perdón.

Por eso hasta hoy dicen las consejas: ¡EL ZONDA ARRUINA LAS TIERRAS DEL CALCHAQUÍ CUANDO SE ABUSA SIN MESURA DE LOS DONES DE LA TIERRA!

 

[1] El viento Zonda es un viento local seco y caliente que sopla arrastrando mucha suciedad sobre las estribaciones orientales de la Cordillera de los Andes, en Argentina, durante el periodo comprendido entre los meses de mayo y octubre.

[2] Pachamama o Mamapacha. Pacha en quechua significa universo, mundo, tiempo, lugar, y Mama: madre. Es pues la Madre Tierra, señora de  la fertilidad y  lo femenino. Es quien hace crecer las cosechas, multiplicar el ganado, cuida los animales silvestres y bendice a los artesanos. Los festejos en su honor son los 1º de agosto.

[3] Los huarpes o warpes eran un pueblo indígena de Cuyo, en la Argentina. Habitaban entre el Río Jáchal al sur del Río Diamante, y entre la Cordillera de los Andes y el Valle de Concarán -San Luis-. Lo integraban 3 grupos que se diferenciaban por su lengua: en San Juan, los Huarpe allentiac; en Mendoza, los Huarpe Millcayac y en San Luis los Huarpe Puntanos.-

[4] Los Valles Calchaquíes son un sistema de valles y montañas del Noroeste de Argentina.

[5] El Yastay (Llastay, Llajtay) es el hijo de la Pachamama y por encargo de ella debe cuidar los animales silvestres.

[6] Guanacos pequeños

Adaptación: Ana Cuevas Unamuno

Imagen: Ana Cuevas Unamuno. Inicio del Zonda en la provincia de San Juan año 2006

error: Contenido protegido por derechos de autor