El Yaguá Hú, Lobizón de Corrientes

Supersticiones y leyendas de Corrientes

 

Antes de la llegada de los españoles existían entre los pobladores originarios de lo que hoy es la República Argentina, criaturas extrañas, mitológicas, deidades malignas y benignas, supersticiones variadas, construcciones todas que brindaban identidad y explicación a los múltiples fenómenos experimentados a  diario. Cuando las culturas de los pueblos originarios y los conquistadores se entremezclaron surgieron nuevas leyendas y supersticiones, nacidas de ese entretejido de culturas. Así nació el Yaguá Hú, el Lobizón Correntino (y Misionero) en un territorio ya poblado de humanos capaces (o destinados) de transformarse en animales temibles.

Como sucede en estos casos hay muchas variantes de la leyenda, paso a contarles la que me han contado.

El Yaguá Hú más que lobo (que por esos pagos no hay) es un inmenso perro negro (de ahí su nombre), cuya naturaleza original es humana. Se trata del séptimo hijo varón no bautizado, al que se reconoce desde pequeño por su negación a comer carne, su aspecto débil y enfermizo, su carácter solitario y bastante huraño, y según algunos por sus uñas largas y sucias a causa de su manía de escarbar la tierra

Nadie sabe qué motiva que de pronto en las noches de luna llena, generalmente los viernes y solo en ocasiones algún martes, se trasforme en el temido animal de grandes orejas que al andar producen un característico sonido, patas enormes de uñas afiladas y ojos centelleantes que paralizan a quien enfrenta su mirada. Aquellos a los que he consultado me han dicho que bien puede ser una traición al corazón, una rabia ante un maltrato o desprecio, o quizás su misma condición violenta, como sea una vez que el humano experimenta su primera transformación esta volverá a repetirse una y otra vez.

Dicha trasformación no es grata ya que desde el amanecer comienza, según dicen, a sentirse extraño a tal punto que en cierto momento huye al monte donde se desnuda y revolcándose en la tierra trastoca piel en pelaje y cuerpo humano en cuerpo animal. Unos dicen que reza un padrenuestro invertido, otros que simplemente es arrasado por su naturaleza maldita, los más suponen y yo lo ignoro. Cualquiera sea la forma lo cierto es que cuando la trasformación ha sucedido el monte mismo parece ponerse en alerta, los perros aúllan, los animales gimen intentando protegerse, los pájaros se silencian y hasta el aire parece diferente.

Para el viajero desconocedor de las mañas del Yaguá Hú, por si llega a tener la desgracia de cruzárselo bueno es advertirle:

No le dispare pues no le entran las balas. Hágase con un payé guazú que es una cruz ya sea de madera o realizada con un señal, arrójele botellas, piedras, carbones al rojo, cualquier objeto cortante y/o quemante, pues el Lobizón sabe que si es alcanzado le quedaran marcas por las que al día siguiente cuando recupere su forma humana se lo podrá reconocer.

Esta criatura, de alcanzarle se arrojará a su cuello y le matará, curiosamente no para comerlo; pues detesta la carne prefiriendo en cambio la leche por lo que se le teme sobre todo en los tambos; sino por el simple gusto de atacar.

Otra característica llamativa, según algunos que algo saben de este ser, es lo mucho que le deleitan los excrementos de gallina, por lo que en el campo es sabido que gallinero limpio no es resultado de prolijas gallinas sino del lobizón que anda rondando. Claro que otros afirman que le atraen todo tipo de excrementos e incluso de carroña, por lo que ni corrales, ni chiqueros ni cementerios se ven libres de su visita.

Cuando muere recupera su forma humana original, aunque en su cuerpo se verán las marcas de los ataques sufridos, y hay quienes afirman que su cadáver apesta a causa de la dieta inmunda de excrementos que ha tenido.

Adaptación: Ana Cuevas Unamuno

Imagen: Novedades Esquina

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