El viejo Kostén, viento patagónico

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Es normal escuchar a los viajeros contar que el viento de la Patagonia te lleva, no te deja peinar, no te deja caminar y no te deja abrir la puerta del auto para bajarte. Pasa que el relieve de esa gran extensión de tierra, a la que muchos llaman, todavía hoy, ‘desierto’, no ofrece resistencia a ser peinada por esa corriente de aire avasalladora que viene del otro lado de los Andes y busca el Atlántico.

¿En qué otras partes del país puede una peinarse al viento como en Trelew? Pienso un poco y se me viene a la memoria una primavera en Mendoza en la que libré una aguerrida pelea contra el Zonda que me robaba el sombrero y no me dejaba abrir los ojos; pienso un poco más y, cómo no acordarme de éste antes, aparece el Pampero llenándome de tierra mientras voy a la parada de colectivo en mi localidad sojera del interior cordobés. Así el Pampero, el Zonda y el… el… ¿cómo se llama el viento del sur? ¿tendrá un nombre?

Sí, lo tiene, el viento de sur, ese que pelea contra los bosques de la cordillera, que sigue erosionando las mesetas y que pelea contra los molinos de viento que se valen de su fuerza para llevar luz a las casas tiene un nombre, se llama Kostén.

Al nombre se los pusieron los Teushen, antiguos pobladores de la Patagonia, pertenecientes a la tribu de los Tehuelches. Los Teushen desaparecieron por completo cuando el último de la tribu falleció en el año 1948 en la localidad de Los Antiguos.

Fue el sacerdote de la orden de los salecianos, Manuel Molina, quien junto a otros investigadores, dejaron testimonio escrito de los antiguos pobladores de la Patagonia. Los Tehuelches no son debidamente reconocidos por la historia oficial, pero, por fortuna, mucho de su acervo cultural continúa vivo hoy en gran parte de las tierras del sur, numerosos pueblos de Chubut, Santa Cruz y Río Negro llevan nombres de origen tehuelche, la palabra Chubut viene de la voz teushen Chupat.

Así el Kostén que un día perdió su nombre porque se murieron los primeros a los que había asolado lo recuperó gracias al trabajo de un sacerdote y un grupo de investigadores preocupados por conservar el legado de los primeros habitantes.

Dueño de la Patagonia y los peinados de su gente, dueño de miles de sombreros y gorras que se roba a su paso, el Kostén provee de energía a las localidades costeras de la Patagonia que van desde Río Gallegos, a Carmen de Patagones. Choca con el Atlántico para zambullirse y llegar hasta el África o quizás Oceanía, y vuelve por el otro lado.

Acá lo nombraron los Tehuelches hace miles de años, quizás por otros lados se llame de otra manera, pero cuentan las lenguas viejas que el Kostén se enamoró del salto entre los Andes y el Mar Argentino, que le encanta dejar la melena de los árboles cerca del piso.

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