Andando por el campo se encuentran toda clase de personajes y de historias, como esta que me ha contado hace ya muchos años don Fermín del río y que ahora yo les cuento.
Hace ya muchos años en una estancia de Macachín, La Pampa, a uno de los peones le dio la manía de suicidarse. Don Arturo Robledo, el patrón, que lo quería mucho pues le conocía desde hacía años, le encomendó al negro Ruíz que lo vigilara, le hiciese compañía a y evitara que cumpliera sus fúnebres propósitos.
Un día, en un descuido del negro, el peón se tiró al río, y hubiese conseguido su propósito de no ser porque el negro al darse cuenta se arrojó también y con gran esfuerzo logró sacarlo a tiempo del agua. Satisfecho con su hazaña de rescatar al infeliz el negro ya se relajaba cuando vio que el peón, mojado como estaba, se subía a un árbol, ataba una cuerda algo corta a una rama, y haciendo un nudo corredizo en la otra punta se la colocaba en el cuello y se dejaba cae quedando así colgado.
Al despertar de la siesta el patrón fue a dar la vuelta por el campo que daba habitualmente, cuando en eso ve al pobre viejo peón balanceándose colgado del árbol con la lengua afuera, y al negro, muy tranquilo, unos metros más allá. Ardiendo de cólera por un momento enmudeció para luego estallar indignado escupiendo toda clase de improperios contra el negro. El pobre hombre miraba desconcertado a su patrón, sin comprender el motivo de semejante enojo, por prudencia lo dejó desahogarse y cuando al fin se hizo silencio, le explicó tranquilamente:
—¿A qué tanta bulla patroncito!… Si el hombre nomás se ha dado un baño y en cuantito lo saqué, no hace ni una hora, ha decidío colgarse un rato pa secarse nomás…. Fíjese, ¡si toavía tiene la ropa mojada!
Adaptación: Ana Cuevas Unamuno
Imagen tomada de Archivo