Carlos Montefusco: la costumbre en el pincel

Retratos de la vida gaucha

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Cuando se habla de pintura rural costumbrista es típico pensar en Molina Campos y sus inconfundibles cuadros que reflejan la vida de la gente de campo, el gaucho y la china, el caballo, la taba, las bolas y el mate, pero este gran pintor de nuestras tradiciones y su vasta obra datan de principio del siglo XX.

Hoy a comienzos del siglo XXI también tenemos quien represente las tradiciones en lienzos que reflejan nuestras costumbres, nuestro humor y el latido de la tierra hoy, se trata de Carlos Montefusco, a quien se lo compara con Molina Campos y de quien vamos contar algunas cositas en este artículo.

Montefusco cuenta con 41 años y nació en la gran Avellaneda, pasó por Saladillo y ahora vive en Tandil desde hace, más o menos, una década, lugar en dónde realizó su primera muestra y del que se enamoró a primera vista. Vive en una casona alejada del centro urbano que le permite encontrar lugar para sus actividades campestres, porque la pintura no es la única pasión de este pintor, también la combina con las más diversas actividades camperas de las que extraerá su inspiración, y los detalles de su obra.

Trabajaba en Saladillo como zootécnico hasta que un pintor conocido lo invitó que expusiera sus pinturas en una muestra en Tandil. La obra tuvo éxito, gustó y pudo vender algún que otro cuadro. Sus pinturas reflejan la vida del campo y su obsesión por el realismo y el detalle lo llevan a pasar gran parte del tiempo, casi el mismo que le lleva terminar una obra, investigando a fin de lograr la mayor fidelidad posible con la realidad. Así aprovecha sus viajes para ahondar en las características típicas que la tradición adopta en cada lugar, por ejemplo, su último viaje a Salta le ha servido para ultimar detalles de monturas, vestimenta y otros enceres que hacen a la forma que la costumbre tradicional adquiere en esa provincia.

Montefusco expresa su amor a la materia de su pincel mezclando estas escenas de la vida cotidiana con sano humor de tono picaresco, tal como él expresa: «Quiero hacer mi aporte para difundir nuestra tradición a través del humor, que es una vía fluida para transmitir un mensaje: nuestros gauchos tenían mucho para dar, a partir de comentarios chispeantes y ocurrencias. Lo suyo no eran todas penurias.»

Convertido en prolífero pintor, se alegra de poder vivir de lo que ama y de poder proveer a cada quien de un cuadro que va justo con la personalidad de quien lo elige, cuenta que en su última exposición en Capital Federal, el desfile de las obras que se marchaban a las casas de sus nuevos dueños le parecía un desfile de novios, porque para cada una había un amante, que para su suerte, era el ideal.

 

 

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