El sachayoj, dios del monte

El sachayoj

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El sachayoj que en quichua «Sacha» es bosque y «yoj», señor (señor, amo, dueño del bosque), es el numen que vive en las profundidades del bosque y protege celosamente los árboles; a ciencia cierta, evita la destrucción del árbol y los distintos productos de la selva. Su leyenda ha sido difundida especialmente en las provincias de Santiago del Estero y Salta.

Muchos aseguran que tiene forma de anciano con “sajasta” o “barba del monte” (alga verdosa y blanquecina), otros dicen que tiene figura de animal (conejo, vizcacha, guasuncha, etc.) de enorme tamaño, y otros indican que es mitad humano y mitad animal (rostro y torso de anciano y miembros inferiores de puma, guasuncha o zorro); incluso, han comentado que se asemeja a un arbusto vivo con cara de hombre. En otras oportunidades, se presenta como un jinete montado encima de una mula negra adornada con plata y brillantes.

Cuentan que el sachayoj lleva algunas veces un morral o una bolsa con miel de abejas, que le regala a la persona con coraje que se le acerca y la acepta con total respeto.

Este ser mítico, suele castigar con terrorífica ira a la gente, especialmente cazadores, que devastan la fauna o flora de los montes.

Su aparición siempre es insólita; con sus gritos, que tratan de imitar los golpes en seco de un hacha, cautiva al talador hacia el interior del bosque y una vez embrutecido, lo embiste sin compasión. La leyenda del sachayoj narra que los perros que se arriesgan a perseguirlo, no regresan.

El sachayoj se alimenta con diversos animales exóticos y frutos que se encuentran en los bosques que protege. Suele vagar rápida y fácilmente aún entre las más tupidas forestas y espesuras, hasta que hace desaparecer a los que van en su busca.

El que lo respeta a él y al monte, sin duda, va a obtener beneficios; en cambio, quien lo irrespeta sufre terribles consecuencias. Aquél que se atreva responder a sus alaridos o seguirlo en los recovecos de la gran selva, tiene la perdición absolutamente asegurada. Así lo corroboran los que lo han oído.

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