Te acercas al altar. El sacerdote te da el Cuerpo de Cristo. En segundos todo termina… y vuelves a tu lugar sin saber exactamente qué hacer. Entre distracciones, ideas que pasan rápido y oraciones mecánicas, ese momento que podría tocar tu alma para siempre termina desvaneciéndose.
Muchos católicos experimentan algo parecido: comulgan con amor, pero después no sienten la paz que tantos describen. ¿Será que no estamos rezando de la manera correcta justo en el momento más sagrado?
Santa Faustina Kowalska, una religiosa polaca conocida como “la secretaria de la misericordia”, escribió lo que Jesús le reveló acerca de lo que debe suceder después de la comunión. Su mensaje es claro, breve y transformador.
Lo que sucede realmente en tu alma
Después de comulgar, Cristo no está simbólicamente en ti. Está vivo, real y presente con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad.
Sin embargo, millones de creyentes reciben a Jesús y no saben qué decirle. Quedan en silencio por costumbre, repiten frases aprendidas de memoria o se distraen. Jesús está dentro… y se queda esperando un encuentro de corazón a corazón.
Santa Faustina comprendió que la comunión es un instante eterno donde el alma debe abrirse. Allí el cielo toca la tierra.
Las palabras que Jesús le enseñó a Faustina
Faustina escribió que el Señor sufría cuando era recibido como un objeto, sin amor ni confianza. Pero también reveló que Jesús hallaba consuelo cuando encontraba un alma que lo acogía con sinceridad.
La oración más breve y poderosa que aprendió de Él fue:
“Jesús, en ti confío.”
Es una confesión de amor y abandono. Es reconocer que Cristo entra en nuestra fragilidad, heridas, dudas y preocupaciones, pero que aun así confiamos plenamente en Él.
Un método sencillo para vivir la comunión
1. Silencio y adoración
El primer acto no es hablar, sino guardar silencio interior. No un silencio vacío, sino un silencio que adora.
Cierra los ojos y dirige tu corazón hacia Él:
“Gracias por venir a mí.”
Ese silencio permite que el alma perciba la presencia del Señor y que Jesús se sienta amado.
2. Acto de fe y confianza
Repite con humildad y certeza:
“Jesús, en ti confío.”
Faustina relató que Jesús le dijo que el alma recibe tantas gracias como sea capaz de desear con fe. Este acto abre puertas a bendiciones profundas, reconciliaciones, paz interior, consuelo y fortaleza.
3. Entregar la vida por completo
Después de comulgar, entrégale todo:
“Señor, te doy mi vida. Te entrego mi pasado, mi presente y mi futuro.”
Jesús no espera oraciones perfectas, sino un corazón sincero. Dale tus cargas, heridas, temores y alegrías. Así como lo recibes en tu interior, Él quiere recibirte a ti.
4. Orar por los demás
La comunión tiene un valor infinito. Santa Faustina entendió que no es solo un regalo personal, sino una oportunidad para interceder.
Puedes decir:
“Te ofrezco esta comunión por los que no te conocen, no te aman o han perdido la esperanza.”
Tu oración se convierte en puente de misericordia y medicina espiritual para quienes más lo necesitan.
5. Permanecer y agradecer
Jesús le pidió a Faustina:
“Quédate conmigo unos momentos después de comulgar. No tengas prisa.”
No salgas rápido, no revises mensajes, no te distraigas. Esos minutos son irrepetibles. Dale gracias por su presencia y su amor.
Los errores que pueden vaciar la comunión
Salir de inmediato
Recibir a Jesús y marcharse rápido es como invitar a alguien amado y despedirlo en la puerta sin permitirle sentarse a tu mesa.
Conversar enseguida
No es malo el afecto humano, pero esos minutos son para Jesús. Él espera intimidad, no que lo sustituyamos con distracciones.
Repetir palabras sin alma
Jesús se duele cuando lo recibimos con frialdad. Más que muchas palabras, Él quiere amor y sinceridad.
Llegar sin preparación interior
La comunión exige alma dispuesta, recogida y consciente del misterio que se va a recibir.
La oración que Cristo inspiró
Faustina hizo suya esta plegaria, sencilla y profunda:
Jesús mío, amor mío, vida mía, tesoro mío, en ti confío.
Te adoro con todo mi ser.
Te entrego todo lo que soy
y te ruego por los que no creen, no esperan y no te aman.
Resume todo lo que Jesús busca después de la comunión:
-
adoración
-
entrega
-
confianza
-
intercesión
El secreto de los 15 minutos después de comulgar
Santos, místicos y la misma Faustina enseñaron que los primeros 15 minutos tras recibir la comunión son un tesoro escondido, donde el cielo se abre y las gracias se derraman de forma especial.
Ese cuarto de hora puede cambiar tu alma, tu carácter, tu familia y tu vida espiritual.
Propuesta simple:
Primeros 5 minutos: silencio adorante.
Siguientes 5: entrega y diálogo con Jesús.
Últimos 5: orar por otros y agradecer.
Quince minutos nada más… y aún así, un momento eterno.
Desafío espiritual de 7 días
Durante una semana, cada vez que comulgues:
-
Quédate al menos 15 minutos.
-
Guarda silencio interior.
-
Repite con fe: “Jesús, en ti confío.”
-
Entrégale tu vida con sinceridad.
-
Intercede por los demás.
-
Agradece con devoción.
Observa los frutos:
-
paz interna
-
reconciliación
-
consuelo
-
claridad
-
paciencia
-
amor
Jesús prometió que el alma recibe tantas gracias como sea capaz de desear con fe.
