Cuento de campo
Dicen que sobra ingenio en el campo y de eso doy fe. Vaya este cuento campero que me han contado como ejemplo fiel.
La peonada estaba de fiesta, la cosecha había concluido y el patrón les agradecía con una celebración muy especial pues se sentía henchido de satisfacción al saber que su hija mayor muy pronto se casaría con el doctor. Como es sabido en estas fiestas la comida, la música y la bebida circulan sin cesar modificando los ánimos, impulsando a bravatas y juergas tanto como a los ardores del amor. Así sucedió ese día.
Esa misma mañana el doctor le había enviado al patrón una yunta de hermosos caballos zainos[1], aún potrillos, como agradecimiento por darle la mano de la niña. Todos los peones acudieron a verlos compitiendo entre ellos a ver quién se les animaba. Un tape[2] jovencito, aprendiz de domador y bravucón apostó que él lo haría y sin dar tiempo a nada entró al corral y de un salto montó al zaino más alto, que de un simple corcoveo lo arrojó lejos ante la carcajada de todos los presentes, dejándolo magullado y avergonzado.
Las puyas se sucedían sin cesar y el muchachito luchaba por simular el dolor de los magullones mientras se defendía lo mejor que podía, apretando los dientes para contener la rabia y la vergüenza. Intervino entonces el domador de la estancia, santa palabra en toda disidencia; todos callaron y volvieron al baile y a la bebida. La china cocinera sonrió burlona alcanzándole un cimarrón.
El santiagueño domador bebió despacio, sacó un pucho de chala que guardaba tras la oreja izquierda, bajo la sombra de su cabellera hirsuta, mascullando divertido:
—Ese pingo[3] zaino, así potriyo como es, lo aguanta al más pintao y lo bota…Demasiado mañero y alunao…
—Uste lo sabrá domar ño Fermín
El domador puso gesto de duda y se fue.
Tiempo después un compadre del joven tapecito, lo vio pasar muy tranquilo montado en el famoso zaino, del que sabía por oídas que el patrón se había desprendido por indomable. Asombrado comentó:
—Está lindo y afilao ese flete, lástima lo chúcaro[4]. ¿No lo ha botado ya lo suficiente? — preguntó riendo refiriéndose al anterior episodio que era sabido y por todos.
—Fíjese que no— contesto con torcida sonrisa el jovencito —Ahura es mío en propiedá, nomás me lo regaló el patrón se le han quitado tuitas las mañas.
—¿Y cómo así? — preguntó desconfiado el compadre.
—Se lo cuento pero no le diga a naides no sea cosa que me enrejen — El compadre curioso asintió — Afigúrese que después de las burlas por mi caída me había encamotado tantísimo con este animal probao de superior, que no me pude resistir y le hice creer al patrón que era mañeraso pa que no lo montara nunca. Ha visto que el patroncito es de paciencia escasa, y bue, así que fastidiao me lo ha regalao. ¡Y todo gracias a un güeso! — rió a carcajadas
—¿Un güeso? Verdad que no le entiendo cumpa.
—Pues por ser usté le cuento. Ño Fermín el domador me lo encargo, tenía él toda una yeguada que domar. Así me le fui acercando y cuando el patrón me pedía pa´ montarlo con su monturita de juguete inglés, yo mesmo se lo ensiyaba, y ahí nomás le encajaba un güeso en el medio del lomo y le aprietaba juerte la cincha. Afigúrese que nomás se subía el zaino se ponía a corcovear y lo sacaba la gringo limpito e´ la silla. Harto de magullones me lo ha regalao.
Con verdadera admiración y sorpresa el compadre no pudo más que exclamar:
— ¡Pos vea lo que vale un güeso bien puesto!
[1] Los caballos pueden presentarse en colores muy diferentes. El color de un caballo es el de su pelaje, El zaino es de pelaje negro, si bien hay variedades de zainos según el negro se combine con marrón oscuro, dorado, colorado, etc.
[2] Denominación que antiguamente se le daba a los indios guaraníes que vivían en las misiones jesuíticas Indio, y que por derivación denomina hasta hoy en día en el campo argentino, a las hombres de tipo aindiado; bajos y de espaldas anchas.
[3] Caballo
[4] Animal o caballo que habiendo sido domado o no es bravío y peligroso de montar. También se dice del ganado que no se ha acostumbrado a la presencia del ser humano y está en estado salvaje.
Adaptación del texto: Ana Cuevas Unamuno
Imagen tomada de: Overblog