La leyenda del Cardon
Narra la leyenda que los cardones presentes en los valles, en especial en el sendero a Amaicha del Valle (en la provincia de Tucumán), son aborígenes convertidos en plantas que rondan los valles y los cerros.
Cuentan que en las punas y los cerros la vida era muy dura, pues los pastores sufrían sed insaciable cuando iban tras sus rebaños. Uno de esos pastorcitos, Kehuailla, estaba enamorado de Paskana, hija del jefe de la comunidad. Cuando volvía a la aldea, la saludaba desde lejos y ella no dejaba de sonreírle.
El curaca soñaba con que su hija fuera la mujer del hijo de otro jefe, tal vez, fue esa prohibición la que los acercó. Un día, Kehuailla y Paskana admitieron que se amaban mutuamente. Así que ambos sabiendo que no aceptarían su relación, decidieron escapar hacia la montaña.
A la mañana siguiente, el jefe de la comarca divisó que su hija no se encontraba. Él despachó un chaski al cerro para conocer si Kehuailla había salido con las llamas, al enterarse de que no era así, llamó a sus guerreros para buscar a la pareja.
El par sospechó que el iracundo curaca andaba tras ellos. Llevaban horas de ventaja, pero sabían los alcances del jefe y sus guerreros. Pidieron protección a la Pachamama, la madre de los cerros, la que protege siempre a quienes le muestran respeto. En la cima del cerro cavaron un hoyo, pusieron en él comida y con piedras; allí mismo hicieron un altar, reverenciando a la madre generosa. Cuando la apacheta cogió forma, se abrió y recogió en su seno a los dos enamorados.
Al llegar el padre de Paskana con sus combatientes a la cumbre, solo se toparon con una apacheta recién creada. De repente, al lado de la apacheta nació una planta desconocida, con tronco alto, grueso, espinudo y recto y con sus brazos al cielo, se trataba de Kehuailla agradeciendo para siempre a la Pachamama.
Desde ese instante, los que recorren el cerro únicamente tienen que voltear un cardón para topar el agua que calmará la sed.
Sobre el cardón aparece una flor blanca que anuncia la lluvia, es Paskana.
