El pollo es una de las carnes más consumidas en todo el mundo. Sabroso, versátil y económico, suele estar presente en muchas comidas del día a día. Sin embargo, no todas las partes del pollo son iguales. Algunas, aunque deliciosas o tradicionales, podrían no ser las más recomendables desde el punto de vista de la salud. En este artículo te contamos cuáles son esas partes, por qué deberías prestarles atención y cómo consumirlas con más conciencia.
El cuello del pollo: crujiente pero con reservas
El cuello es uno de esos cortes que muchas personas valoran por su textura crujiente tras la cocción. Sin embargo, pocas saben que esta parte contiene estructuras que forman parte del sistema de defensa del ave. Esto implica que puede acumular impurezas que no se eliminan fácilmente.
Recomendación: Si te gusta comer el cuello del pollo, retira la piel antes de cocinarlo y consúmelo con moderación. Es preferible no incorporarlo frecuentemente a tus comidas y optar por cortes más magros cuando busques una alimentación más equilibrada.
La cola del pollo: sabrosa, pero poco inocente
Conocida también como pygostilo, esta parte del pollo destaca por su textura suave y su sabor intenso. Sin embargo, anatómicamente está relacionada con funciones de evacuación en el ave, lo que puede hacer que contenga residuos no deseados.
Consejo útil: En lugar de consumir la cola directamente, puedes reservarla para preparar caldos o fondos caseros, donde su grasa aporte sabor, pero sin consumirla de forma directa. Si disfrutas de los cortes grasos, opta por la piel dorada al horno con moderación.
El molleja o gésier: una delicia que requiere atención
Este órgano digestivo es muy popular en muchas cocinas del mundo, especialmente en ensaladas, guisos o confitado. Pero hay que tener cuidado: el gésier funciona como una especie de trituradora natural para el ave, por lo que puede contener restos si no se limpia adecuadamente.
Lo mejor: Lava bien esta pieza con abundante agua, elimina la membrana gruesa si está presente y cocina a fuego lento durante un buen tiempo. Esto no solo mejora su sabor, sino que garantiza una mejor digestión y seguridad alimentaria.
Los pulmones del pollo: mejor evitarlos
A diferencia de otras vísceras, los pulmones rara vez se cocinan de forma intencionada. Y eso es algo positivo. Como órgano respiratorio, es una de las partes más expuestas a los residuos del ambiente del animal, incluso después de la cocción.
Recomendación clara: Si vas a preparar un pollo entero, asegúrate de retirar los pulmones durante la limpieza. No aportan beneficios culinarios ni nutricionales y es mejor optar por partes más comunes como el muslo, la pechuga o las alas.
Elegir bien para comer mejor
Cada parte del pollo tiene sus particularidades, tanto en sabor como en composición. Conocer qué aporta cada una, y cómo prepararla correctamente, puede marcar la diferencia entre una comida sabrosa y una elección poco saludable.
Consejos generales para cocinar pollo con conciencia:
-
Siempre limpia bien cada parte antes de cocinar.
-
Prioriza métodos de cocción que eliminen el exceso de grasa, como el horno o la plancha.
-
Alterna los cortes del pollo para no consumir siempre las mismas partes.
-
Cuando compres pollo entero, revisa el interior y retira cualquier órgano que no vayas a consumir.
-
Si consumes vísceras, asegúrate de cocinarlas adecuadamente y no abusar de su consumo.
Una cocina más informada no solo mejora tu salud, sino también el sabor de tus platos. Con pequeñas decisiones, podés hacer grandes cambios en tu alimentación.