El estremecedor relato de Mariano Moreno sobre la lamentable situación de los labradores

El año 1810, fue un periodo revolucionario donde se desataría una guerra durisíma, de fusiles, cañones y bayonetas. De hecho, estaba consciente de que todo este armamento no seria suficiente para enfrentar lo que se venia.

Mariano Moreno sabía que no se trataba de un cambio gubernativo, sino de una «feliz revolución en las ideas» como lo llamaba él mismo. Básicamente de un nuevo clima de ideas estaba logrando el objetivo en el sector de la política en acción.

Uno de esos escritos a favor del sector de los hacendados y labradores era el siguiente:

Régimen Colonial

En 1809, bajo el régimen colonial Moreno expuso un influyente escrito alegatorio de defensa por lo hacendados y labradores de la provincia de Buenos Aires.

Inclusive fue el Representativo apoderado de este sector de las campañas del Río de la Plata, de hecho dirigió al Excelentísimo señor Virrey don Baltasar Hidalgo de Cisneros en el expediente promovido sobre proporcionar ingresos al erario por medio de un franco comercio con la nación inglesa con superior permiso.

Como declaró Ricardo Rojas, Moreno puso su oficio de abogado y su escritura como «un arma tan eficaz como los sables de la milicia». Además en su rol de político es fundamental por ser ideólogo del progreso económico.

Asume la defensa de los labradores

Al asumir la defensa de los labradores y hacendados remarcaba las dificultades propias de la falta de relación con España por la invasión que esta sufría, razón por la cual limitaba las posibilidades de comerciar con la península.

Al mismo tiempo, señalaba con seguridad que España no había podido abastecer a América ni tampoco estaba en condiciones de producir todos los productos que se necesitaban.

Es interesante como indicaba la empobrecida imagen de los labradores a la de los florecientes comerciantes, lo hacia de esta manera:

  • «Y el viajero a quién se instruyese que la verdadera riqueza de esta provincia consiste en los frutos que produce, se asombraría cuando buscando un labrador por su opulencia no encontrase sino hombres condenados a morir en la miseria»

Por eso interrogaba a las autoridades expresando lo siguiente:

  • «Puesto el gobierno en la necesidad de una operación que deben perjudicar a uno de los dos gremios…¿debería aplicarse el sacrificio al miserable labrador que ha de hacer producir a la tierra nuestra subsistencia, o al comerciante poderoso que el gobierno y ciudadanos miran como sanguijuela del Estado?».

Según el punto de vista de Mariano Moreno, los comerciantes parecían opuestos al interés nacional por que su posición era contraria a la apertura del puerto.

Estos estaban vinculados a los beneficios que les producían de manera paradójica el control del monopolio y el contrabando del que participaban, ante la mirada distraída de los funcionarios responsables en ejercer el debido control de lo que llegaba a la ciudad.

Debido a como hacían la vista gorda a esta grave infracción expresó el siguiente interrogante:

  • «Señor, ¿qué cosa más ridícula puede presentarse que la vista de un comerciante que defiende a grandes voces la observancia de las leyes prohibitivas del comercio extranjero a la puerta de su tienda en que no se encuentran sino géneros ingleses de clandestina introducción?»

Una situación sumamente agravaba teniendo en cuenta las aseveraciones tan criticas procedente de un criollo, que no titubeaba en mostrar a los mercaderes enemigos del interés nacional.

  • «¿Será justo que presentándose en nuestros puertos esa nación amiga y generosa ofreciéndonos baratas mercaderías que necesitamos y a España no nos puede proveer, resistamos la propuesta, reservando su beneficio a cuatro mercaderes atrevidos que lo usurpan con un giro clandestino?»

Lo que realmente existía era una alianza entre los comerciantes de Buenos Aires y el apoderado de Cádiz, pero hacían pagar las dificultades económicas a los sectores de menores recursos.

Un tradicional mecanismo para imponer altos impuestos, creando nuevos y rebajando los sueldos del personal de estado, de las milicias y de los eclesiásticos.

Pero la realidad es que la condición del pueblo por estas imposiciones contributivas lo hacían gemir por la miseria, un medio más aparente para anticipar la ruina que se desea precaver.

En vista de esto, Mariano Moreno en defensa con total vehemencia y con palabras que estremecen concluye:

  • «Los labradores de nuestras campañas no endulzan las fatigas de sus útiles trabajos con los honores que la benignidad del monarca les dispensa; el sudor de su rostro produce un pan que no excita la gratitud de los que alimenta y, olvidada su dignidad e importancia, viven condenados a pasar en la oscuridad los momentos que descansan de sus penosas labores».