Saltar al contenido

Cuando Camila se enteró que estaba embarazada y su novio le dijo que era su problema.

Camila, 20 años, llegó a la casa de su novio con la prueba positiva en el bolsillo del jean y el corazón acelerado. Él estaba en la vereda, revisando el motor de una moto.
—Tenemos que hablar —empezó. Se lo dijo rápido, para que no le temblara la voz.
Él se quedó en silencio unos segundos, luego se rió con una mueca:
—Eso es tu problema, no mío. El ruido del motor volvió a sonar mientras Camila intentaba encontrar palabras.

Índice

    Un instante que lo cambia todo

    Una vecina observaba desde su ventana; un niño en bicicleta pasó mirándolos.
    Camila sintió que la calle entera se había vuelto más estrecha.

    Se tocó el vientre sin pensarlo y dio un paso atrás. Él no levantó la vista.
    El sol bajaba y el aire olía a aceite y a algo que se estaba rompiendo para siempre.


    El peso del abandono

    Camila caminó despacio, como si sus piernas no supieran hacia dónde llevarla.
    No quería ir a su casa, no quería hablar con nadie, pero tampoco podía quedarse parada en esa vereda donde las palabras de él todavía parecían flotar.

    El ruido de la moto quedó atrás, reemplazado por el silencio de las calles vacías.
    Pasó frente a un kiosco cerrado, a un parque donde un columpio se movía solo con el viento.


    Un momento para pensar

    Se sentó en un banco frío, sintiendo cómo el metal helado atravesaba su ropa.
    Sacó la prueba del bolsillo y la sostuvo entre las manos, mirándola como si buscara una respuesta que no llegaba.

    En su mente aparecieron imágenes: una cuna, pequeñas manos aferrando su dedo, noches sin dormir… y la ausencia de él en todas esas escenas.


    Una voz inesperada

    —¿Estás bien? —preguntó una voz femenina.
    Camila levantó la vista. Una mujer mayor, con un abrigo gris y una bolsa de compras, la miraba con atención.

    —No lo sé —respondió sinceramente.
    La mujer le sonrió con ternura.
    —Sea lo que sea, vas a encontrar la forma de salir adelante. Siempre se encuentra.


    Un nuevo rumbo

    Camila guardó la prueba en el bolsillo y se puso de pie.
    No tenía todas las respuestas, pero sí una certeza: no se iba a rendir.

    El cielo se oscurecía, pero dentro de ella empezaba a encenderse algo nuevo.
    Acarició su vientre y, sin pensarlo, susurró:
    —No estaremos solos.


    ¿Qué aprendemos de esta historia?

    Que las respuestas que buscamos en otros a veces no llegan, y eso duele.
    Que el abandono puede dejar un vacío, pero también un espacio para crecer.
    Y que, incluso en los comienzos más duros, siempre existe la posibilidad de encontrar fuerza para seguir adelante.

    Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *