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5 chequeos médicos que después de los 70 podría valer la pena cuestionar (y cómo hablarlo con su médico)

A partir de cierta edad, muchas personas viven con una idea fija: “cuantas más pruebas me haga, más protegido estoy”. Sin embargo, la realidad es más compleja.

Después de los 70 años, no todas las pruebas de rutina son tan inocentes como parecen. Algunas pueden:

  • Detectar problemas que nunca iban a causar síntomas.

  • Desencadenar una cadena de estudios, cirugías o tratamientos agresivos.

  • Generar miedo, angustia y pérdida de calidad de vida.

Y lo más preocupante: muchas personas mayores ni siquiera saben que están en riesgo de ser sobrediagnosticadas. Es decir, que les “encuentren” enfermedades que nunca iban a darles problemas, pero que igual terminan tratándose.

En este artículo, basado en la experiencia clínica de la doctora ficticia Laura Rodríguez, veremos cinco chequeos que, después de los 70, deberían hablarse muy bien con el médico antes de decir que sí. No se trata de rechazarlos siempre, sino de entender sus riesgos, sus límites y sus alternativas.

Importante: este texto no busca que usted deje de controlarse, sino que haga preguntas mejores y tome decisiones informadas junto a su médico.


Índice

    Por qué “más pruebas” no siempre significa “más salud”

    La medicina moderna tiene herramientas poderosas: imágenes cada vez más precisas, análisis sofisticados, estudios que antes eran impensados. Pero eso tiene un lado oscuro:

    • Se detectan hallazgos mínimos que nunca iban a dar problemas.

    • Cualquier “manchita” en un informe puede desencadenar miedo y más estudios.

    • Muchas veces se llega a tratamientos invasivos con beneficio dudoso y riesgo real.

    A esto se le llama sobrediagnóstico y sobretratamiento. Y es especialmente frecuente en personas mayores, que tienen más cambios normales relacionados con la edad y más fragilidad frente a procedimientos agresivos.

    Con esto en mente, veamos los cinco chequeos que la doctora Rodríguez recomienda replantearse con calma después de los 70.


    Chequeo n.º 5: densitometría ósea (cuando no hay caídas ni fracturas previas)

    La densitometría ósea (DEXA) es un escáner rápido y sin dolor que mide la densidad mineral de los huesos para detectar osteoporosis. En apariencia, es una prueba perfecta.

    El problema es lo que pasa después.

    Qué suele ocurrir en la práctica

    En mujeres y hombres mayores de 70 años es casi inevitable que la densidad ósea salga más baja que la de un adulto joven. Eso no siempre significa “enfermedad”, muchas veces es un cambio natural del envejecimiento, como las arrugas o el cabello canoso.

    Sin embargo, ante un resultado de osteopenia o pérdida leve, con frecuencia se propone enseguida:

    • Iniciar medicamentos como bisfosfonatos.

    • Generar miedo a caídas y fracturas, incluso en personas que nunca se han caído.

    Estos fármacos pueden ayudar en ciertos casos, pero también producir:

    • Problemas digestivos importantes.

    • Dolor óseo o muscular.

    • En casos poco frecuentes, daño en el hueso de la mandíbula.

    El ejemplo de Elena

    Elena, 78 años, caminaba todos los días y nunca se había fracturado. Una densitometría de rutina mostró osteopenia. Sin más evaluación, le recetaron un bisfosfonato.

    En pocos meses empezó con reflujo intenso y dolor en la mandíbula. Al consultar con la doctora Rodríguez, revisaron el caso: nunca había tenido caídas, su fuerza y equilibrio eran buenos. Se decidió suspender la medicación y trabajar en:

    • Ejercicios de resistencia suaves.

    • Exposición controlada al sol y vitamina D indicada por su médico.

    • Alimentación rica en calcio (sardinas, lácteos, hojas verdes).

    Un año después, seguía sin fracturas y con más fuerza que antes.

    Qué preguntar antes de aceptar una densitometría

    • ¿He tenido fracturas por caídas leves?

    • ¿Cambiaría realmente mi tratamiento según el resultado?

    • ¿Puedo empezar primero con ejercicio, alimentación y vitamina D, y revisar más adelante?

    En adultos mayores sin caídas ni fracturas previas, muchas veces el estilo de vida pesa más que el número en la pantalla.


    Chequeo n.º 4: resonancia magnética cerebral por “olvidos leves”

    Es comprensible que, al empezar a olvidar nombres o perder el hilo de una conversación, aparezca el miedo: demencia, Alzheimer, “me estoy apagando”.

    La respuesta usual es pedir una resonancia magnética del cerebro. Pero en la mayoría de los mayores de 70 con olvidos leves, esta prueba:

    • Muestra cambios normales de la edad (manchitas, atrofia leve).

    • Genera informes que asustan sin aportar soluciones claras.

    • Puede arrastrar a una cascada de nuevos estudios sin beneficio real.

    La trampa del “hemos encontrado algo”

    En muchos casos el informe describe:

    • “Cambios inespecíficos en la sustancia blanca”.

    • “Atrofia acorde a la edad”.

    Palabras que, para un paciente, suenan terribles. A partir de ahí, no es raro que se proponga:

    • Punciones lumbares.

    • Biopsias.

    • O, como mínimo, meses de angustia.

    Sin embargo, en la mayoría de estos casos la memoria está dentro de lo esperable para la edad y no hay un tratamiento específico que dependa de esa resonancia.

    El caso de Carlos

    Carlos, 75 años, consultó porque a veces olvidaba nombres. Le pidieron una resonancia que mostró “alteraciones en la sustancia blanca”. Entró en pánico, se aisló y dejó de hacer actividades que antes disfrutaba.

    Cuando la doctora Rodríguez le realizó una evaluación cognitiva estandarizada, sus resultados eran normales para su edad. Trabajaron en:

    • Mejorar su sueño.

    • Hidratación y actividad física moderada.

    • Ejercicios diarios de memoria y atención.

    En pocos meses, sus olvidos se estabilizaron y recuperó su vida social.

    Qué puede ser más útil al principio

    Salvo que existan síntomas preocupantes (convulsiones, cambios bruscos de conducta, pérdida de fuerza, dificultad para hablar), muchas veces tiene más sentido empezar por:

    • Una prueba cognitiva simple en consultorio.

    • Revisar medicación, sueño, depresión, audición y visión.

    La resonancia puede tener su lugar, pero no debería ser el primer impulso ante un olvido leve.


    Chequeo n.º 3: prueba de esfuerzo cardíaco sin síntomas claros

    La prueba de esfuerzo en cinta es muy conocida: se controla el corazón mientras la persona camina o trota, para buscar arterias obstruidas.

    En personas mayores de 70 sin síntomas típicos de corazón (dolor opresivo en el pecho al caminar, falta de aire marcada, molestias en el brazo o mandíbula), esta prueba puede:

    • Dar muchos falsos positivos.

    • Llevar a cateterismos y colocación de stents que no van a mejorar la supervivencia.

    • Exponer a riesgos reales: sangrados, reacciones al contraste, daño renal, internaciones prolongadas.

    El caso de Miguel

    Miguel, 76 años, comentó en un control que se cansaba un poco más al subir una cuesta con sus herramientas de jardinería. Sin estudiar otras causas (anemia, descondicionamiento físico, sueño, medicación), se le indicó una prueba de esfuerzo “por si acaso”.

    El resultado no fue concluyente; lo derivaron a un cateterismo. Le colocaron un stent en una estrechez leve que no estaba produciendo síntomas serios. Esa misma noche tuvo una reacción al contraste y desarrolló problemas renales. Su cansancio, por supuesto, siguió igual, porque nunca había sido un problema cardíaco.

    Cuándo tiene más sentido la prueba

    La prueba de esfuerzo es una herramienta valiosa cuando:

    • Hay dolor de pecho típico con el esfuerzo.

    • Hay antecedentes claros de enfermedad cardiovascular.

    • El resultado realmente va a cambiar el tratamiento.

    En otras situaciones, pueden ser preferibles estudios más sencillos, como un electrocardiograma en reposo u otras pruebas de menor riesgo, siempre valoradas por el cardiólogo.


    Chequeo n.º 2: colonoscopía de rutina después de los 70–75

    La colonoscopía es una herramienta muy importante para detectar cáncer de colon. Sin embargo, el equilibrio entre beneficio y riesgo cambia con la edad.

    Después de los 70, y especialmente pasada la barrera de los 75, en personas sin síntomas ni antecedentes de riesgo, la colonoscopía de rutina puede traer:

    • Preparaciones agresivas con laxantes fuertes.

    • Deshidratación, desequilibrios de electrolitos y daño renal.

    • Riesgos por la sedación (confusión, caídas posteriores).

    • Complicaciones directas del procedimiento: sangrados o perforaciones.

    Cuando el riesgo supera el beneficio

    Las guías internacionales señalan que, para muchas personas mayores de 75 con colonoscopias previas normales, seguir haciendo el estudio de forma rutinaria aporta poco a la supervivencia y, en cambio, aumenta el riesgo de complicaciones graves.

    El caso de Isabel

    Isabel, 74 años, sin síntomas digestivos ni antecedentes familiares, cambió de médico. En su primer control le insistieron en hacer “una colonoscopía para quedarse tranquila”, a pesar de tener dos estudios previos normales.

    Durante el procedimiento le retiraron un pólipo pequeño. Esa noche presentó fuerte dolor abdominal: tenía una pequeña perforación intestinal. Pasó nueve días internada y su nivel de energía nunca volvió a ser el mismo.

    En su historia clínica constaba que no había una indicación clara para repetir la colonoscopía.

    Alternativas menos invasivas

    En muchas personas mayores de 70–75 años con buen estado general, existen pruebas más seguras, como:

    • Test de sangre oculta en materia fecal periódicos.

    • Otros estudios no invasivos según criterio del especialista.

    No se trata de ignorar el cáncer de colon, sino de screenear de forma proporcional a la edad y al estado de salud.


    Chequeo n.º 1: tomografía computarizada (TC) de cuerpo completo en personas sin síntomas

    Los llamados “chequeos premium” o “paquetes ejecutivos” suelen incluir una tomografía computarizada de cuerpo completo, vendida como la forma definitiva de “detectar el cáncer a tiempo”.

    En adultos mayores de 70 sin síntomas, esta práctica es una de las más cuestionadas.

    Por qué puede ser más peligrosa que útil

    • La TC de cuerpo completo expone al organismo a una alta dosis de radiación.

    • Suele encontrar nódulos pequeñísimos, quistes y calcificaciones que forman parte del envejecimiento normal.

    • Cada hallazgo incierto puede desencadenar: nuevas imágenes, biopsias, cirugía, internaciones, miedo intenso.

    Y lo más fuerte: no hay evidencia sólida de que estos escaneos masivos en personas asintomáticas reduzcan la mortalidad por cáncer, pero sí hay evidencia del aumento en el número de procedimientos y complicaciones.

    El caso de Roberto

    Roberto, 81 años, amante de las caminatas, se pagó un chequeo “de élite” que incluía TC de cuerpo entero. El estudio detectó un minúsculo nódulo pulmonar de 3 mm.

    A partir de ahí:

    • Lo derivaron a oncología.

    • Le hicieron más imágenes, un PET y finalmente una biopsia.

    • La lesión era benigna, pero la punción le provocó un colapso parcial del pulmón.

    Terminó internado y necesitó dos meses para recuperarse. Todo por algo que muy probablemente nunca habría causado problemas si nadie lo hubiera buscado.

    Lo que recomiendan los expertos

    La mayoría de las sociedades de radiología coinciden: no se debe utilizar la TC de cuerpo completo como estrategia de detección general en personas sin síntomas, debido a:

    • Alto potencial de daño.

    • Beneficio no demostrado.

    Cuando hay síntomas concretos (pérdida de peso sin causa, tos con sangre, dolor localizado persistente), la imagen se dirige a la zona sospechosa, no a todo el cuerpo.


    Cómo hablar con su médico y elegir bien sus chequeos

    La solución no es dejar de ir al médico ni rechazar todas las pruebas. La clave está en convertirse en un paciente activo, que hace preguntas antes de aceptar un estudio.

    Algunas preguntas útiles son:

    • ¿Qué estoy tratando de averiguar con esta prueba?

    • ¿Cómo cambiaría mi tratamiento si el resultado sale normal? ¿Y si sale alterado?

    • ¿Qué riesgos tiene este estudio para alguien de mi edad y con mis enfermedades?

    • ¿Hay alternativas menos invasivas o de menor riesgo?

    • ¿Qué pasa si decido no hacerme esta prueba ahora?

    Si su médico responde con claridad y escucha sus dudas, tendrán una base sólida para decidir juntos. Si no obtiene respuestas, quizás sea momento de pedir una segunda opinión.

    Recuerde: en la tercera edad, muchas veces menos es más. Elegir bien qué estudios hacerse también es una forma de cuidar su salud.


    Aviso importante

    Este artículo tiene fines informativos y educativos. No reemplaza en ningún caso la consulta médica profesional ni pretende indicar, suspender o modificar tratamientos, estudios o diagnósticos.

    • No deje de realizar ningún chequeo indicado por su médico basándose solo en este texto.

    • No inicie ni suspenda medicación sin hablar primero con un profesional de la salud.

    • Cada persona tiene una historia clínica única; solo su médico, que conoce sus antecedentes, puede orientarlo sobre qué estudios son adecuados para usted.

    Nosotros no somos especialistas médicos ni ofrecemos diagnóstico ni tratamiento. Ante cualquier duda sobre su salud, consulte siempre con su médico de cabecera o con el especialista correspondiente.

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