Leyendas de San Juan: La nativa Mariana

nativa

Los nombres de algunos lugares tienen su origen en sucesos extraños que la voz popular ubica en tiempo inmemorial. El origen mitológico asignado a algunas cosas o lugares se debe al acaecimiento de hechos que no han podido ser explicados. Tal es lo que ocurre con la leyenda de la nativa Mariana y el departamento de Pocito en la provincia de San Juan. Este relato es llamado también leyenda de la india Mariana.

La narración posee elementos del imaginario popular que se quieren tener por verdaderos y cuenta que allá por el 1600 existía, en la zona de San Juan que ocupa el departamento de Pocito, una vieja india perteneciente a la tribu Huarpe que se llamaba Mariana. La anciana era alta, una mujer delgada de rostro alargado con la piel color cobre pegada a los huesos y el pelo largo y negro que caía en cascada enroscádose en su cuello. Cuando la noche caía todos sabían a donde se encontraba la india, pues de su boca colgaba siempre un cigarro encendido que hacía las veces de señalador de su ubicación cuando brillaba en la oscuridad.

Mariana iba siempre acompañada de su perro, fiel compañero e inseparable. Gozaba de sentarse bajo un algarrobo en el que se acomodaba a la siesta para contar todo tipo de historias a los niños que se le acercaban. En esas ocasiones cuando aparecían viajeros, generalmente españoles, ella les vendía pequeñas piedritas brillantes que según el relato popular eran de oro puro. A estas pepitas Mariana las extraía de un pocito que se encontraba dentro del algarrobo y al que sólo ella tenía acceso.

 Una noche en la que no se veía ni la punta de los zapatos, unos españoles siguieron la señal de la india con intensión de atracarla y robarle todo el oro que poseía. Pero al llegar al algarrobo los hombres se toparon con un feroz perro que gruñía  dispuesto a atacarlos al próximo paso. Los ladrones salieron corriendo para huir de la feroz bestia. Esa noche la tierra tembló fuertemente en toda la zona y nunca más volvieron a ver a Mariana. Expediciones posteriores buscaron el pocito de oro de la huarpe pero nadie pudo encontrarlo jamás, sólo quedó como nombre e indicador del lugar en el que la mujer desapareció.

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