La Laguna del Tesoro

Afirman muchos que las leyendas son invenciones, fantasías… sin embargo todas ellas tienen en su origen algún dato real. En este caso se conoce como hecho histórico que los conquistadores exigieron un pago en oro para rescatar al Inca Atahualpa. De todas las regiones del imperio marcharon tesoros hacia Cajamarca, Perú, dónde el Inca estaba prisionero, pero antes de que pudiesen arribar la noticia de la muerte del Inca a manos de Pizarro llegó a oídos de los portadores, que en un arrebato de furia y autodefensa decidieron ocultar el oro. Según cuentan parte de ese tesoro fue a parar al fondo de una laguna que posteriormente se llamó: Laguna del Tesoro[1].  La leyenda afirma que en el fondo, custodiando el tesoro vive un gigantesco toro de astas doradas (algunas versiones representan al toro color negro) que sale bramando con furia cuando algún codicioso intenta recuperar el oro.

Desde entonces y hasta ahora corre de boca en boca la leyenda, variación más variación menos. Una de estas versiones más conocidas la cuenta Octavio Cejas en su «Tukma Mágico» quien afirma haber recopilado eta versión en Alpachiri, Tucumán.

«Una vez mandaron a un hombre algo inocentón a campear unos bueyes que se habían refugiado entre las malezas del bosque, en las lomas y cerrilladas de más arriba de Arcadia. A los días volvió con el cuento de que había dado con una laguna de gran tamaño rodeada de alisos y nogales, saúcos y totoras; que él, oculto entre unos helechos gigantescos, vio en el agua, sentada en una piedra que sobresalía, a una mujer muy bella que se hacía pasar un peine de oro por sus cabellos que rebrillaban con luces de ese metal. Dijo el hombre que las aguas se habían agitado bravamente cuando comenzó a emerger un toro de astas doradas que llegó hasta la orilla arrastrando una pesada cadena de oro. El caso se difundió rápidamente. Los hombres más corajudos y codiciosos se fueron en expedición. Llevaban oculta intención de enlazar a la bella y al toro, a quien consideraban su guardián. Se cansaron de deambular entre montes y cerros y no hallaron ni rastros de la laguna y sus moradores».

[1] La laguna está situada al pie del nevado de Aconquija, en el  límite de las provincias de Catamarca y Tucumán. Desde el puente del río Jaya, en Alpachiri (Provincia de Tucumán), hay que caminar más de seis horas.

Adaptación: Ana Cuevas Unamuno

Imagen tomada de: Visitingargentina

error: Contenido protegido por derechos de autor