El viejo Kostén, viento patagónico

Es normal escuchar a los viajeros contar que el viento de la Patagonia te lleva, no te deja peinar, no te deja caminar y no te deja abrir la puerta del auto para bajarte. Pasa que el relieve de esa gran extensión de tierra, a la que muchos llaman, todavía hoy, ‘desierto’, no ofrece resistencia … Leer más

Taamta y el Metal Sagrado

Taamta y el metal sagrado

 

Leyenda Tehuelche

 

Allá en tierras de la Patagonia, cuentan que en los tiempos antiguos, cuando no se conocían caballos ni invasores barbudos, en un profundo cráter volcánico, en la meseta del Lago Buenos Aires[1],  vivía una mujer con poderes mágicos, que ninguna otra podría igualar. Su nombre era Taamta. Nunca se supo su origen, ni el nombre del padre de su hijo. Quizás fuese hija de algún dios, quizás no. Quizás fue la madre tierra quien le otorgó sus dones, o fue ella quien supo extraerlos de su propio espíritu. Lo único cierto es que existía.

Taamta poseía poder sobre los animales y las plantas con quienes convivía pacíficamente y a los que amaba tanto como a su único hijo. A todos dispensaba sus cuidados y no había secreto de la naturaleza que no conociera.

Un mal día el zorro, de quién todos conocemos su naturaleza tramposa y provocadora, siempre dispuesto a jugar y a hacer picardías, asustó de tal modo a los pacíficos animales que estos huyeron en gran desorden, desbandándose en todas direcciones. Al oír el desacostumbrado ruido, Taamta abandonó sus tareas y salió para ver qué ocurría. Ignorante de la causa comenzó a correr a pie, intentando rodearlos y reunirlos en majadas, para poder luego arrearlos de regreso al cráter, donde desde siempre habían habitado.

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Choiols el origen de la Cruz del Sur

Choiols, el origen de la Cruz del Sur

Choiols, el origen de la Cruz del Sur
Leyenda Tehuelche: Choiols, el origen de la Cruz del Sur

Leyenda Tehuelche (Aónikenk)                

 Choiols el origen de la Cruz del Sur es una hermosa leyenda sobre el origen de la Cruz del Sur.

Hace tantos años que no se pueden contar, mucho antes de la llegada de los españoles, los Chonkes[1] acostumbraban cazar con el sistema de Aorke[2] a todo tipo de animales y de ese modo obtenían alimento, pieles y todo lo necesario para la vida. Sucedió en ese tiempo que un gran avestruz macho arisco y ligero se les escapaba una y otra vez. Sintiéndose ofendidos en su destreza decidieron darle caza a como diese lugar.  Empeñados en el desafío lograron cerrar el cerco, más cuando los boleadores a punto estaban de arrojar sus armas, el astuto avestruz logró sortearlos y escapar entre los matorrales en dirección al sur.

Los chonkes corrieron tras él al grito de: ¡No escapará! ¡Shotel, shotel![3]  gritaban los más adelantados a los que iban a la zaga, dado que entre las matas se enredaban las boleadoras. Las flechas cruzaron el aire, sin clavarse ni una en el cuerpo de avestruz.

Casi lo habían perdido cuando un jovencito lo descubrió y corrió tras él seguido por unos pocos jóvenes. Detrás quedaban los más ancianos y los animales desconcertados al ver que por una vez sus enemigos de siempre no les perseguían.

Al filo de la meseta, nacía en ese momento el bello arco iris anunciando el fin de la lluvia. Hacia allí se dirigía el avestruz con sus cazadores detrás. Todo era carrera y gritos, zumbido de iatchicoi[4]  y desesperación de la presa.

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Leyenda Patagónica DE CÓMO SE REPARTIÓ LA TIERRA DEL SUR

Leyenda Patagónica DE CÓMO SE REPARTIÓ LA TIERRA DEL SUR

Leyenda Alacalufe

 

Mucho antes de la llegada de los conquistadores, en la inmensa extensión de la Patagonia, vivían distintas tribus: Tehuelches, Selknam, Alacalufes y Yaganes. Todos iban de un sitio a otro hasta que en un momento al mar fueron Alacalufes y Yaganes y en tierra firme quedaron Tehuelches y  Selknam. DE CÓMO SE REPARTIÓ LA TIERRA DEL SUR y porqué unos tomaron el mar como hogar y otros la tierra firme, trata la leyenda que te voy a contar. Y así se cuenta:

Eran tiempos terribles aquellos en los que los cuatro pueblos que habitaban las tierras del sur pugnaban en feroces guerras por apropiarse de todo el territorio para obtener caza segura para su pueblo. Más como nada es eterno, llego el tiempo en que estas guerras continuas los fueron llevando al exterminio. Comprendiendo las irreparables consecuencias que sobrevendrían de continuar así, los cuatro jefes tribales decidieron dejar a un lado sus diferencias por un momento y buscar juntos el modo de traer la paz. Buenas eran sus intenciones, poca su habilidad. Ya estaban a punto de combatirse entre ellos cuando en un último intento decidieron pedir la intervención del Ser Supremo, rogándole que les ayudase a encontrar una solución.

Cada cacique hizo sus rogativas y sacrificios a su propio creador. Apenas concluir cayeron dormidos como piedras. Al despertar cada cacique contó su sueño, y para asombro de todos, los sueños eran ¡un mismo sueño!

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