Cuento de Campo
Ocurrió este verídico relato en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, hace ya como cien años. El comisario local, cansado de tener puros gringos[1] ente sus milicos, hizo corre la voz de que se necesitaba un buen criollo[2] para vigilante. Exigía para otorgar la vacante un candidato valiente, capaz de aguantarse unos tiros sin pestañear.
Uno por uno iban pasando por el despacho e invariablemente el comisario comenzaba así su interrogatorio:
—¿Sos valiente vos?… A ver… ¡aguantate éste!— y sin más le sacudía un balazo al sombrero.
Si salían corriendo o torcían el gesto, quedaban desechados, pero lo mismo sucedía si tan solo pestañeaban. Ahí nomás el comisario les daba unos pesos para que se comprasen otro sombrero y los despedía.
Se presentó al fin un criollito enjuto que aseguraba ser más “agalludo” que nadie. El comisario le miró desconfiado, repitió sui consabida pregunta y le disparó sin más. El jovencito ni pestañeó. Sorprendido el comisario le echó otro disparo a la blusa. El criollo ni se movió.