Leyenda del chingolo

El chingolo o chingolito es un ave típica de los «cielos argentinos». Tiene un curioso andar de a saltitos y se lo suele confundir con un gorrión, pero este tiene un curioso penacho o copete.

La leyenda del chingolo se basa en una triste historia de la relación entre padre e hijo. El hombre era un gran tropero, de mucha experiencia y quería que su hijo sea como él así como también su abuelo le había enseñado el oficio.

Sin embargo, este muchacho nunca hacía caso a su padre, y aunque a veces le hablaba y parecía entrar en razón todo ello era en vano.

El joven en ocasiones acompañaba al padre a hacer el trabajo pero este lo hacía con desgano y siempre desdeñando la tarea de su padre.

Pero un día una tragedia llegó a su vida. Debían pasar los animales por el vado de un río torrentoso con mucha corriente. El hombre le indicó a su hijo que evite el desbande de los mismos que trataban de dispersarse, pero el muchacho hizo muy mal su trabajo.

Tanto fue así que el hombre se colocó en el medio del río con su caballo tratando de evitar perder los animales en aquel río, pero el remolino que se formó en el medio no le permitió rescatar su propia vida y allí terminó ahogado.

El joven lloró amargamente mucho tiempo y se sintió culpable por no haber aprendido y hacer su trabajo como corresponde.

leyenda del chingolo

Es por eso que para mitigar su dolor y culpa decidió hacerse tropero. Poco a poco comenzó a tomar el oficio mas en serio y a hacerlo de una muy buena manera. Allí comenzó a encariñarse con el oficio que su padre y abuelo habían practicado en vida, y de día silbaba mientras que de noche cantaba mirando hacia el cielo.

No obstante, este silbido no era mas que el sufrir de un alma que sentía culpa por lo sucedido con su padre en aquel triste día. Tristemente el consuelo nunca llegó.

Un día le confesó a un amigo que vivía atormentando por esta culpa y le pidió que cuando muera arroje sus huesos por aquellos vados o arroyos por donde había pasado con su padre haciendo el trabajo de tan mala gana.

Cuando llegó el día de su muerte, el amigo cumplió con el pedido del tropero que nunca había podido calmar su dolor y culpa.

Cuenta la historia que aquellos huesos al estar en contacto con el agua se fueron desgastando y tomaron la forma de huevos. De aquellos huevos, nacieron pajaritos. Ese pajarito es el chingolo.

Anda dando saltitos, y recuerda con con dolor no haber obedecido a su padre. Silba cuando canta, porque el tropero silba y canta de día y de noche azuzando la tropa en la soledad de los campos.

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