Kité el Mensajero

Leyenda Calchaquí

En el tiempo en que los Incas caminaban los valles calchaquíes queriendo apoderarse de las ricas tierras, una vez al año se realizaba una gran celebración: La caza del Cóndor mensajero.

Era en ese tiempo el cóndor el pájaro capaz de volar más alto y por lo tanto el único que podía llegar al reino de Viracocha —al que no se puede mirar— en lo más alto de las montañas, para llevar los pedidos y ruegos de los humanos. Convencidos de este hecho los Calchaquíes en la época propicia se daban a la caza del pájaro, no para matarlo sino para apresarlo.

Cuando lo conseguían se trasladaban todos, pájaro incluido, al cerro más alto al que podían llegar y allí mientas elevaban sus cánticos sagrados y bailaban las danzas rituales, daban de beber al pájaro hasta emborracharlo.

Al caer la tarde cada uno susurraba sus pedidos y ruegos pidiéndole al cóndor que se los comunicara al dios, junto que el agradecimiento por las gracias concedidas. Finalizados los pedidos soltaban al ave que presurosa y bamboleante se alzaba en vuelo hasta perderse de vista.

Cuando días más tarde veían al cóndor sobrevolar su rancherío sabían que la entrega de pedidos había sido realizada y que Viracocha las había aceptado.

Cuentan los que conservan la memoria que uno de esos años un ave pequeñita, envidiosa de la importante tarea del cóndor, quiso ir ella también a conocer al dios. Con este fin cuando todos estaban distraídos y la gran ave bastante beoda, se ocultó en el plumaje de la espalda y se quedó quietita para no ser descubierta. Así fue como el ave pequeñita logró llegar a lo más alto, cerquita del cielo, allí en la punta de la montaña nevada en la que el cóndor detuvo el vuelo esperando al dios. Cuando Viracocha se presentó, bajó el cóndor su cabeza pues quien mira la dios acaba su vida y le comunicó los mensajes que traía.

Estaba a punto de retirarse el cóndor cuando Viracocha que todo lo sabe y todo lo ve, preguntó:

—¿A quién traes contigo mensajero? ¿Quién se atreve sin mi permiso a llegar a mi presencia?

El pobre cóndor ignorante de su pasajero negó toda compañía, mientras el pequeño colibrí, pues de él se trataba, intentaba desesperadamente ocultarse  cuanto era posible.

—¡Sal intruso y muéstrate ante mí!— exigió con voz tronante el dios.

Temblando de temor asomó su cabeza y luego su cuerpo el colibrí, bajando la mirada y piando temeroso:

—Perdona gran Viracocha a este pequeño atrevido que tanto ansiaba conocerte que no pudo retener su deseo.

Al ver tan menuda figura se asombró Viracocha y para sorpresa de ambos pájaros rió.

—Pequeño Kité, valiente, curioso y atrevido, desde hoy serás mi símbolo de vida abundante — le dijo el dios bañándolo en dorada luz que tornasoló para siempre su plumaje antes opaco.

Y así Kité, el colibrí, fue desde ese momento el amado de Viracocha que vuela llevando vida abundante allí donde se pose.

Afirman aún hoy en los valles calchaquíes que quien mata aun colibrí pierde años de vida y toda su fortuna.

Recopilación y Adaptación: Ana Cuevas Unamuno

Imagen: Bisbiseos

 

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