El Origen del Río Negro Leyenda Mapuche

Leyenda mapuche

 

Todo tiene un origen, también los ríos y hoy les vengo a contar el origen del Río Negro[1]

Eran tiempos mágicos en la Patagonia Argentina. Tiempos en que el mundo humano y el divino se entrecruzaban en la trama del destino creando lo que nunca había existido y lo existe eternamente. Fue en esos tiempos en los que nació el Río Negro, y así lo cuenta la leyenda….

Mucho antes de la conquista, dispersas por la vasta tierra se asentaban las tolderías mapuches. Entre ellas intercambiaban productos, se establecían matrimonios y muchas veces compartían las caserías. Neuquén hijo de un lonco[2] del norte era muy amigo de Limay, hijo de un lonco del sur. Les gustaba juntarse para salir de caza persiguiendo guanacos, bañarse en los lagos o simplemente compartir sus sueños. Más que amigos eran hermanos y lo hubiesen seguido siendo de no ser por una voz que irrumpió en su mundo de camaradería creando una fisura.

Sucedió una de las tantas tardes compartidas. Estaban persiguiendo un guanaco que lograba escurrirse una y otra vez, cuando de pronto escucharon una voz maravillosa y seductora. Intrigados siguieron la melodía hasta la orilla del lago Huechulafken[3], descubriendo en su orilla a una jovencita tan hermosa que sus corazones parecieron incendiarse de pasión.

Limay, más atrevido que su amigo, se acercó a saludarla presentándose él primero y luego a su amigo. Raihué, que así dijo llamarse la joven, conversó largamente con ellos, hasta que el sol atardeciendo la obligó a regresar a su toldería.

Difícil resultó el camino de regreso para los amigos, ambos sentían su pecho inflamado de deseo por la bella indiecita, y ninguno se atrevía a confesarlo. Poco a poco los insidiosos celos fueron resquebrajando la amistad sin que ninguno pudiese evitarlo. Luna tras luna los jóvenes se fueron distanciando a causa de rencillas tontas, con las que ocultaban sus verdaderos sentimientos.

Cuando sus padres descubrieron lo que estaba pasando se sintieron muy preocupados. Trataron de descubrir el motivo interrogándolos sin resultado. Finalmente, sin saber qué hacer, fueron a consultar con la machi[4]. Fue ella quién les explicó el motivo real de las peleas, y quién aconsejó que visitaran a Raihué para indagar en sus sentimientos, advirtiéndoles que si ella no encontraba la respuesta, le consultaran qué era lo que más deseaba. La primera parte del consejo les resultó razonable a los padres no así la segunda, pero puestos a ello acataron el consejo. Para su desconcierto encontraron a la muchachita tan confusa como sus propios hijos: ¡no atinaba a decidir si su corazón latía por uno o por el otro! Recordando la advertencia de la machi le preguntaron qué era lo que más le gustaría tener, a lo que la Raihué respondió sin titubear: ¡una caracola para escuchar la canción del mar!

Los padres regresaron donde la machi para exponerle la situación y fue entonces cuando ella sugirió que para evitar que tan linda amistad se destruyera, propusieran una prueba a los jóvenes, acordando previamente que quién ganara podría casarse con la codiciada jovencita.

Así dijeron entonces los padres a sus hijos:

—Dado que Raihué quiere más que nada una caracola de mar, y que ni ustedes ni ella lograr llegar a una decisión, el que logre llegar al mar y traer la caracola, se casará con ella. Con ello las disputas entre ustedes terminarán.

Ambos aceptaron y para enfrentar el desafío pidieron ayuda a los dioses, que respondieron convirtiéndolos en ríos, y así trasformados emprendieron el largo camino hacia Futalafke, el mar.

Envidioso por no haber sido tomado en cuenta, Cüref, el espíritu del viento, decidió tomar revancha. Suavemente susurró al oído de la joven enamorada:

—¡Olvídalos! Nunca regresarán Neuquén y Limay… ¡Olvídalos!, pronto quedarán atrapados en el fondo del mar, seducidos por las estrellas… ¡Ellos ya te olvidaron! ¡Olvídalos!…

Raihué intentó escapar del susurro, esquivar al cruel viento, pero él persistió en perseguirla sin darle respiro, hasta que con el pasar de las lunas, viendo que ninguno regresaba, el corazón se le lleno de tristeza y decepción. Tanta y tan honda fue su pena, que al borde de la desesperación regresó a la orilla en que los había conocido a suplicar al dios Nguenechén que tomara su vida a cambio de la salvación de los jóvenes.

El dios compadecido la convirtió en un frondoso Michay[5], que pronto hundió sus raíces en la húmeda tierra elevando su copa hacia el cielo. Rabioso al ver alterado sus planes, Cüref, el viento, persiguió a los jóvenes que salvando mil obstáculos corrían hacia el mar, apenas verlos sopló toda su furia desviando el curso de los ríos hasta juntarlos, mientras les contaba lo sucedido con la amada, gozando con su tristeza. Tan desgarradora fue la pena que ambos sintieron, que en un impulso mutuo se abrazaron olvidando sus peleas. De ese abrazo fraterno, unidas sus aguas para siempre, nació el Río Negro.

[1] El río Negro es el curso de agua más importante de la provincia argentina de Río Negro y también de la Patagonia en cuanto a su caudal. Nace nominalmente de la confluencia de los ríos Limay y Neuquén, en el extremo oriental la provincia del Neuquén. Su nombre proviene de la traducción literal del mapundungun (lengua Mapuche) Curu Leuvu, a pesar de que sus aguas son de un color más verde oscuro que negro. Antiguamente era conocido también como río de los Sauces debido a la gran cantidad de sauces llorones que hay en sus orillas.

[2] Lonco: Cacique

[3] Huechulafken: Lago Alto

[4] Machi: Así se denomina a la persona que tiene la función de autoridad religiosa, consejera y protectora del pueblo mapuche.

[5] Michay: árbol de frutos dulces y flores pulposas, llamado calafate.

Adaptación: Ana Cuevas Unamuno

Imagen: confluencia de los ríos Neuquén y Limay dando origen al Río Negro

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