Cuento anecdótico histórico 
Esta historia la escuché hace muchos años en un fogón en Mendoza y como la recuerdo la cuento.
Decían quienes le conocieron que el general San Martín era hombre generoso, y para prueba daban ejemplos de actos realizados, gestos recordados, historias diversas que desde ese tiempo ruedan en la memoria de boca a oreja.
Contaban por ejemplo que cuando uno de sus granaderos andaba necesitado de ropa o comida para su familia, San Martín de su propio peculio les daba el dinero. Y a cuento de esto recuerdo una historia que paso a contarles.
Sucedió una de esas tantas veces que uno de sus hombres fue a pedirle para unas ropas pues andaba andrajoso con sus viejos trapos. Recibido el dinero el hombre se fue al pueblo cercano al campamento dispuesto a cumplir con el mandado, pero al pasar por un boliche se le antojaron unos traguitos y se dijo que hacía tiempo la penaba y bien podía darse un gustito.
Entró pues el hombre y pidió una copa, a la que siguió otra que le entusiasmó como para sumarse a una mesa donde se jugaba a la taba, con tan mala suerte que a poco perdió todo el dinero. Del susto mismo le volvió la lucidez y con ella la amargura y el miedo a enfrentar al General.
La tarde se le pasó pensando qué hacer y ya cayendo la noche, sin más remedio que regresar fue directo a donde estaba el asistente del general y sin preámbulos le dijo:
—He venido a ver al “Ciudadano” San Martín.
Una vez en presencia del general le contó con toda franqueza lo que había sucedido, aclarando que había venido a presencia del “ciudadano” San Martín para pedirle consejo sobre lo que debía hacer.
San Martín lo escuchó atentamente, le entregó al granadero una vez más el dinero necesario para comprar la ropa que necesitaba, recomendándole al mismo tiempo:
—Vaya hombre y esta vez no se distraiga. Eso sí, tenga cuidado que no se entere el General San Martín, porque podría hacerlo fusilar.
Recopilación y Adaptación: Ana Cuevas Unamuno
Imagen: Materia escolar
